Carlos, Max y cómo bajar los pantalones a media parrilla

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Los grandes premios vividos en Marina Bay rara vez dan pocas cosas que hablar, lo cual es ya de por sí un mérito para un circuito añadido al calendario en los últimos años. Pese a no ser el año más electrizante para la Fórmula 1, la incertidumbre de la noche dio lugar a escenarios únicos, algo propio de la única carrera nocturna al cien por cien del calendario – además de ser la primera que optó por esta vía.
 

Lo primero es preguntarse lo mismo que se habrá preguntado parrilla y media del circo: ¿qué ha ocurrido en Mercedes? Una nueva unidad de potencia, a priori más efectiva que las utilizadas hasta ahora, les hizo caer a un ritmo con el que luchar por el cuarto y quinto puesto en vez de doblar a quienes vayan en cuarto o quinto puesto. Ningún otro equipo Mercedes tuvo ese problema, por lo que cabe elucubrar si se debe al apartado mecánico o a que el W05 Hybrid es un coche poco efectivo en las calles de Marina Bay – lo cual, teniendo en cuenta el avance en la construcción de chasis actual, es una posibilidad demasiado remota.
 

Con Lewis Hamilton y Nico Rosberg relegados a un ritmo más humilde, fue el turno de Sebastian Vettel y Daniel Ricciardo de brillar bajo los focos. El de Red Bull pudo haber lanzado un ataque a mitad de carrera, pero un individuo ebrio tenía otros planes (si es que tenía o podía tener alguno en ese momento) al bajarse a pie de pista, darse un garbeo y volver a meterse en otro lado sin que ningún comisario pudiera apartarlo con inmediatez – Safety Car en pista y adiós al ataque del australiano a su ex compañero de equipo.
 
 

Algo más atrás, dos jovenzuelos en uno de los mejores chasis del año hacían algo que se pensaba imposible: adelantar de manera natural. En este caso fue al revés de lo acostumbrado, con Max Verstappen siendo más técnico y Carlos Sainz metiendo el coche de manera asombrosa a pilotos como Romain Grosjean o Pastor Maldonado – lo cual muestra un gran índice de valentía en el madrileño. Durante la retransmisión, la realización de Sky Sports F1 espetaba la frase “¿De qué serían capaces estos chicos de no tener un motor Renault en sus Toro Rosso?”
 

Otro hecho a comentar llegó a final de carrera con la negativa rotunda del holandés de dejar pasar a Sainz – con el objetivo de atacar a Sergio Pérez. La idea era la misma de Red Bull en Mónaco: intentarlo y, si no podía, devolver la posición. No obstante, Max se negó y todo el equipo apoyó la decisión viendo el ritmo del madrileño pese a tener ruedas más nuevas – ahora bien, lo que ha dejado claro Verstappen es que, lejos de los casos de Rubens Barrichello, Felipe Massa, Eddie Irvine o incluso Rosberg en la actualidad, ser escudero no es su aspiración en el futuro, dañe o no su fama de jugador en equipo.

 

Con el venezolano en mente, uno puede apreciar lo a veces injusto que puede ser el deporte: tras una carrera mediocre en la que no fue capaz de preservar neumáticos, ni defenderse de pilotos menos experimentados, ni evitar una colisión absurda con Jenson Button ni de entrar en los puntos con cinco abandonos, se anunció que había renovado con el equipo una temporada más. En la misma tarde/noche, Nico Hulkenberg fue víctima de un desafortunado incidente de carrera (la salida de boxes está en un punto ciego desde el que salía un Massa que, cuando vio al Force India cerrar la trazada, nada pudo hacer) fruto del cual quedó fuera de carrera, perdiendo posibles puntos y siendo penalizado con tres posiciones de cara al Gran Premio de Japón. Tampoco fue el mejor fin de semana para McLaren: dijeron que iba a ser competitivos y…lo fueron, sí. Lástima que acabar la carrera nunca estuvo asegurado, manteniendo un ritmo con el que podían optar a un sexto puesto antes de que los problemas de transmisión les llevaran al box antes de tiempo.
 

Si alguien en vuestro entorno dice que no vio la carrera porque pensó que le iba a resultar aburrida, el ¡NO! de Verstappen es una respuesta harto viable. Casi sin tiempo para descansar el circo de la Fórmula 1 se dirige hacia Suzuka, un lugar donde en épocas pasadas se ha decidido el título de manera dramática – de manera sucesiva entre 1987 y 1991. Hamilton, si su coche lo permite, estará encantado de establecer aún más paralelismos con el legendario Ayrton Senna, de quien está a tan solo una victoria de igualar.