De la más absoluta felicidad el sábado tras la clasificación, logrando su primera pole position de su carrera, a uno de sus mayores cabreos en F1. El fin de semana en Mónaco fue una montaña rusa de emociones para Daniel Ricciardo.
Y es que perder una victoria casi segura es motivo de sobra para estar enfadado. Sacando 13 segundos a Rosberg en la vuelta 15, y yendo más rápido que Hamilton en buena parte de la carrera, el pit-stop le arruinó todas sus opciones.
Pero situémonos. Vuelta 31 del GP de Mónaco, y Hamilton entra a boxes para poner los neumáticos de seco. Pone los ultrablandos, y una vuelta después lo hace Daniel. Pero, ironías del destino, uno de los puntos fuertes históricamente de Red Bull, falló en el momento clave: las ruedas superblandas que iban a estar en el RB12 del Aussie no estaban preparadas.
“Where are the tyres?!? (¿¡Dónde están las ruedas!?)” exclamaba un mecánico poco antes de la llegada del monoplaza a la calle de boxes. Los mecánicos estaban desesperados, y los 10 segundos que se perdieron en la parada se hicieron eternos. El daño estaba hecho. Y Ricciardo lo escenificaba por radio al final de la carrera. “Lo siento tío” le decía su ingeniero, Simon Rennie, pero nada podía alegrarle. “No digas nada. No vas a mejorar nada. Sólo lo empeorarás”, le replicó Daniel. Su cara en el podio era un poema.