Un Mundial de cuento chino

Hace menos de 7 días, en La Catedral del motociclismo, vimos a uno de sus dioses, a uno de sus protagonistas más importantes de la historia, tanto del Mundial como del deporte en general, volver a vencer. Con 38 años a las espaldas, Valentino Rossi caminó sobre las aguas de Assen y logró su décima victoria en territorio neerlandés, rompiendo una sequía que duraba más de un año, desde el Gran Premio de Catalunya 2016.

Dicho triunfo significó, además, convertirse en el piloto cuya primera victoria está más espaciada con la última, habiendo 20 años y 313 días de diferencia entre la carrera de 125cc del Gran Premio de la República Checa de 1996 y la última disputada de esta temporada, subirse a lo más alto del podio por vez número 115, quedándose a 7 del récord histórico de Giacomo Agostini, y meterse en la lucha por su décima corona mundial, algo que persigue de forma incansable desde hace varios años, más aún tras perder el título de 2015 ante Jorge Lorenzo.

Todo esto hizo del pasado domingo un día especial para Valentino y la parroquia rossista. Fue una carrera de 10, un gran día de motociclismo, y además, un fin de semana muy importante para el 46. Y es que, al contrario que su compañero de equipo, Maverick Viñales, Rossi nunca llegó a sentirse cómodo con el chasis elegido por Yamaha para la M1 del 2017, y, mientras el español ponía el foco sobre los neumáticos de Michelin, que tanta discordia han provocado desde el comienzo de la temporada, el italiano lo hizo sobre dicha parte de la moto, lo que llevó al equipo a probar otra pieza en los test posteriores al Gran Premio de Catalunya y, más tarde, en el Gran Premio referido en este artículo.

Desde los entrenamientos del viernes, Valentino dio un paso adelante con el nuevo chasis. Lo expresó él, comentando que volvía a sentirse bien sobre la moto, e incluso se dio cuenta Marc Márquez, que, como dijo al terminar la carrera del domingo, informó a sus mecánicos del Repsol Honda de que, en cuanto le vio, se dio cuenta del cambio llevado a cabo por la fábrica de los diapasones.

Sin embargo, mientras Rossi fue la cara de Yamaha, Viñales fue la cruz. El de Roses acabó en el suelo mientras perseguía a los integrantes de cabeza de carrera, donde ya rodaba su compañero, y ante la prensa, dio a entender que el nuevo chasis había tenido la culpa de su caída, porque no le permitía ser tan agresivo como el de 2017, con el que hizo una espléndida pretemporada y con el que ha ganado tres carreras en lo que llevamos de año.

Y, es en este momento, cuando nos dirigimos a Sachsenring. Más concretamente, al día de hoy, y siendo más certeros, a la pausa entre entrenamientos libres. Porque Valentino Rossi fue el blanco de una teoría conspiranoica, de las que este año están con demasiada presencia en el Campenato, de algún que otro profesional de la información ávido de gloria momentánea.

Fue Emilio Pérez de Rozas, periodista que trabaja en un diario de información generalista catalán, cuyo nombre no diré, quien lanzó su idea. El señor Pérez de Rozas, con una dilatada experiencia en su trabajo, lo cual no está de más recordar, afirmó con suma placidez que lo que está sucediendo en el seno del Movistar Yamaha no es más que una estrategia del nueve veces campeón del Mundo.

Llegó a afirmar, entre otras cosas, que Valentino Rossi se inventó buena parte de sus problemas para obligar a Yamaha, partiendo de la base de que el italiano manda allí, y no los verdaderos dueños del negocio, a cambiar a un chasis que le beneficiase a él y no a su compañero, perjudicándole en la pelea directa que mantienen por el título. Además, con la premisa de que está hecho a la medida del 46, espetó que este cambio de piezas es “un ataque directo, moral y psicológico” de Rossi hacia Viñales. Ni más ni menos.

Desgranando tranquilamente esta afirmación, el señor Pérez de Rozas viene a decir que, en Jerez, la décima posición de Rossi fue una treta para ir en detrimento de un Viñales que aquel domingo también admitió problemas tras quedar sexto, diciendo que la culpa era de Michelin pero que no podía confirmarlo porque, de ser así, le caería una reprimenda en forma de correo electrónico. Viene a decir que el desastre de Yamaha en Montmeló fue orquestado por Valentino, jornada en la que fue el 25 quien acabó décimo y Rossi, en una situación similar, octavo.

Realmente, parece ilógico sostener esta teoría que da a entender que un piloto tan ambicioso como Rossi forzó unos resultados tan nefastos. Si profundizamos en las declaraciones de Yamaha, es aún más obvio.

La primera la podemos encontrar esta misma tarde, cuando Massimo Meregalli, director deportivo de la marca, ha dicho en los micrófonos de Movistar Plus que, si hubiera que decidir un chasis para cada lado del box de cara a las carreras, “Maverick podría tener dos unidades del 2017 y Valentino, dos de los nuevos”. Con esta afirmación, puede esfumarse de forma clara cualquier atisbo de imposición por parte de algún piloto en la marca. Y es que el box es democrático, y los pilotos tienen libertad para elegir.

Porque, al contrario de lo que algunos puedan pensar, Valentino Rossi no manda en Yamaha. Su opinión influye, dado que nos referimos a una leyenda viva de las dos ruedas, y a uno de los pilotos más importantes, o tal vez el que más, del Mundial de MotoGP, dado que, con el italiano, la moto se abrió al mundo. Pero de influir a mandar hay una brecha seria que buena parte del campeonato, entre aficionados y periodistas, no dudan en acortar de una forma alarmante.

Si la opinión de alguien tan válido como Meregalli no es válida, hay más ejemplos que indican que los problemas de ese chasis son verdaderamente reales. El propio Viñales afirmó tras los test de Montmeló que estaba convencido con el nuevo chasis, y que le daba algo más que el elegido por la fábrica para este año. Tras Assen, es cierto que se mostró menos seguro, pero, por otra parte, ante los medios declaró que su objetivo es seguir adaptándose a la nueva unidad después de que el pasado fin de semana no fuera suficiente el tiempo para ello.

Por último, podemos hacer una visita al box del Tech 3, equipo satélite de Yamaha, que corre con el chasis 2016, que, para muchos, es el presentado por nuevo por nuevo en la M1 201, aunque evolucionado. Allí, Jonas Folger pudo probar el de 2017 en los ya referidos test de Montmeló, y el alemán tampoco acabó satisfecho con las sensaciones que le trasmitía, por lo que prefirió el chasis primario de su moto.

En resumidas cuentas, parece que esta teoría de la imposición cae por su propio peso. Cada uno es dueño de sí mismo y libre de elegir el pensamiento que mejor le convenga, pero, sinceramente, observando detenidamente el panorama parece obvio que el chasis de 2017 no está a la altura, e imposible que Rossi llegue al nivel de poder que algunos le quieren atribuir, que pudo tener algún día, pero que hoy, no tiene. Más teniendo en cuenta que tiene delante a un hueso duro de roer. Tiene delante a un Viñales que, hace casi 5 años, se enfrentó a todo su equipo en Moto 3 y les dejó en la estacada en pleno Gran Premio, y que, esta temporada, se ha enfrentado más que nadie y como nadie al suministrador único de neumáticos. ¿Alguien con semejante carácter va a dejarse doblegar de semejante manera, por más que el mismísimo Doctor se le ponga delante? Creo que no.

Quien quiera meter más cizaña, lo seguirá haciendo. Quien quiera conspirar, no durará un momento. Pero, pensándolo bien, algunas teorías son cuentos chinos. Sin embargo, y por desgracia, hay quien las compra.