El Chevrolet Corvette es todo un icono en los Estados Unidos, y aunque en Europa no sentimos tanta admiración por él, no podemos pasar por alto la aparición de la séptima generación. El último C6 ya empezó a convencer a más de uno en nuestro continente, y a poco que mejore el C7 (que lo hará) sumado a su espectacular aspecto, seguro que sigue sumando fans.
El nuevo C7 es rápidamente reconocible como un Corvette, pues conserva rasgos del anterior aunque los ha dotado de una mayor agresividad. Todas sus curvas se han afilado transformándose muchas de ellas en aristas. Los faros le dan una mirada amenazante, pero donde más enteros ha ganado es en la trasera. Sus pilotos trapezoidales le dan una nueva personalidad, igual que las 4 colas de escape juntas.
Conservando prácticamente las dimensiones del anterior (mide 4,50 metros de largo) y aumentando ligeramente la batalla hasta los 2,71 metros, el Corvette mantiene su estructura de motor delantero con propulsión trasera. Gracias a una construcción en aluminio con elementos de la carrocería en fibra de carbono, el peso se reduce (el del chasis en 45 kg) para repartirse en una proporción 50:50.
Un motor V8 atmosférico de 6.2 litros se encarga de mover el coche con los 450 CV que entrega en su configuración básica LT1 (existe un Z51 con varias mejoras). Construido en aluminio, cuenta con inyección directa, distribución variable y desactivación selectiva de cilindros, todo para conseguir que los consumos sean lo más contenidos posible.
Entre las novedades importantes que presenta nos encontramos con un cambio manual de 7 velocidades (es el segundo coche que incorpora un cambio de estas características después del Porsche 911). Por supuesto también podrá montar una caja automática, de convertidor de par con 6 relaciones. El manual da un golpe de gas en las reducciones para adaptar el régimen de giro, y ambos cuentan con ‘lauch control’ para salir con la máxima aceleración (el 0 a 100 km/h se realiza en unos 4 segundos).
La dirección, que ahora es eléctrica, se combina con el tradicional esquema de suspensiones de paralelogramo deformable con ballestas. El trabajo se ha centrado en reducir el peso de cada elemento. De todas formas se podrá seguir montando la suspensión con amortiguadores magnéticos.
Las llantas de 18 y 19 pulgadas delante y detrás respectivamente, aumentan hasta las 19 y 20 pulgadas en la versión Z51. Esta además viene con un diferencial autoblocante, frenos más potentes, la suspensión magnética y más canalizaciones de aire en la carrocería.
Como ya es habitual hay un mando que permite variar la respuesta de multitud de elementos según el tipo de conducción que vayamos a realizar. Acelerador, dirección, suspensión, cambio de marchas y control de estabilidad, responden de diferente forma. El escape además es de tipo activo, y varía su sonido entre uno u otro modo.
Sentarse dentro del nuevo Corvette Stingray supone dar un importante salto con respecto al anterior. Todo el habitáculo gira ahora en torno al conductor, que se ve rodeado de pantallas. Desde cualquiera de los dos tipos de asientos disponibles, el conductor podrá optar por diferentes cuadros de mandos, estando siempre rodeado por paneles tapizados en cuero.
Todavía sin precios ni fecha de comercialización en Europa, el Stingray continuará siendo un espécimen extraño en nuestras carreteras, pero seguro que no es una mala compra.