“El cruce mágico entre un Pegaso y un pasa verduras”
En los años 80, el Director de Comunicación de Citroën, Jacques Wolgensinger, al describir el pequeño 2CV, dijo: "sin duda, es el cruce mágico entre un Pegaso y un pasa verduras", refiriéndose al poder mágico del famoso caballo alado para llegar a cualquier lugar, cerca o lejos, y al pasa verduras como herramienta doméstica simple y fiable presente en todas las cocinas y útil para multitud de recetas.
El 2CV, tenía un uso de lo más versátil y era adecuado para las situaciones más variadas, ya fueran los viajes de aventura de los jóvenes de los años 60 y 70, en lugares lejanos y exóticos como la India o las cumbres de la Cordillera de los Andes, o los trayectos diarios como llevar a los niños al colegio o ir a comprar al supermercado. Míticos fueron también los Pop Cross de este modelo.
Una historia de fantasía, pragmatismo, habilidad y modernidad. No existía el automóvil que las personas necesitaban
Hay una historia interesante tras el Citroën 2CV, el modelo del que, entre 1948 y 1990, se fabricaron cinco millones de unidades, incluidos los derivados. Es una historia de fantasía, pragmatismo y habilidad: la capacidad de ver más allá de lo que ya se ha visto, de inventar y, sobre todo, de reinventar sin dar nada por sentado. La idea era entender lo que las personas necesitaban. En 1936, Michelin, que en ese momento también administraba Citroën, lanzó una encuesta, la más grande jamás realizada hasta ese momento sobre las necesidades de las personas respecto al automóvil. El resultado fue que el coche que necesitaban aún no existía.
Pierre-Jules Boulanger, el hombre al que los hermanos Michelin encargaron administrar Citroën tras la muerte del fundador André Citroën, se tomó unos días libres para regresar al campo de Auvernia, lugar donde nació, para tener tiempo de analizar con calma los resultados de esa desconcertante encuesta. Pero ni siquiera tuvo que abrir la carpeta con los documentos, todo estaba ante sus ojos: millones de personas no tenían un automóvil porque no podían pagarlo y porque en gran parte de la región simplemente no había carreteras.
Entonces "Père Boule” (Padre Boule), como era conocido Boulanger entre sus colaboradorxs, cogió uno de sus cuadernos y escribió que el coche que se debía poner en producción tendría que ser "una silla reclinable bajo un paraguas, capaz de transportar a dos agricultorxs, cincuenta kilos de patatas o un barril de vino" y que también debería " ser capaz de llevar una canasta de huevos a través de un campo arado sin romper ni uno".
El automóvil era "extraño", no se parecía a ningún otro
Los estudios ya estaban en marcha cuando unos años después estalló la Segunda Guerra Mundial, pero eso no detuvo al futuro 2CV que en el Salón del Automóvil de París de 1948 se exhibió en el centro del stand de Citroën. El automóvil era "extraño", no se parecía a ningún otro y era ligero porque pesaba alrededor de 500 kg, pero podía transportar a cuatro granjerxs, sus patatas, vino y huevos. Gracias a esta ligereza, con unos 12 caballos de potencia, también era ágil y consumía poco más de tres litros de gasolina por cada cien kilómetros.
Su diseño, esencial y funcional, fue la síntesis del trabajo de lxs ingenierxs del Centro de Estudios y del diseñador Flaminio Bertoni, que dieron al 2CV la apariencia que todxs conocemos. Algunas soluciones fueron desconcertantes por su simplicidad, como los asientos (muy cómodos) suspendidos por simples bandas elásticas de una estructura de acero ligero, o las ventanas delanteras, diseñadas para poder sacar fácilmente el brazo del vehículo para indicar la dirección. Por otra parte, el código de circulación de la época no requería indicadores de dirección e incluso cuando estos fueron instalados, las ventanas seguían divididas por la mitad horizontalmente y plegadas hacia arriba.
El éxito fue extraordinario: como Boulanger había imaginado, todo el mundo vio en el 2CV la solución a sus necesidades de movilidad. Citroën no podía atender todos los pedidos que llegaban en abundancia de toda Europa y se vio obligado a establecer un orden entre lxs que habían encargado el 2CV: primero lxs más necesitados que no podían pagarse otro automóvil, luego lxs médicos y los curas rurales, lxs panaderxs, lxs maestrxs, y así sucesivamente hasta aquellxs que vieron en el "caracol de hojalata" un vehículo para ser utilizado en la ciudad, tal vez como segundo coche.
Transcurrían cinco años entre el pedido y la entrega y al 133 de Quai de Javel, donde se encontraba la sede de Citroën, llegaban miles de cartas todos los días de personas que pedían prioridad ya fuera porque tenían tres niñxs que llevar a la escuela todos los días, o porque el tío había encontrado trabajo fuera de la ciudad y necesitaba un automóvil o por miles de otras razones. Se escribía en prosa, pero hubo quien envió incluso una partitura musical.
Se produjeron cinco millones de unidades, contando los derivados, muchos de los cuales todavía están en pleno uso ya que fueron diseñados para durar, para ser reparados fácilmente, para consumir poco y para satisfacer necesidades específicas.
¿Qué habría hecho hoy Pierre-Jules Boulanger?
Hoy, en 2020, las necesidades del transporte individual han cambiado profundamente. Tenemos carreteras e infraestructuras y una red mundial de satélites que nos ayuda a movernos todos los días. La tecnología ha cambiado, gracias a nuevos materiales inimaginables en el momento del lanzamiento del 2CV.
¿Qué habría hecho hoy Pierre-Jules Boulanger si hubiera pasado algo de tiempo en una de nuestras grandes ciudades? ¿Cómo habría respondido a los nuevos estilos de vida que requieren numerosos viajes diarios a las áreas urbanas y periurbanas? ¿Cómo habría respondido a las necesidades de personas del entorno rural que hacen pequeños trayectos al día para ir a los comercios? ¿Qué habría propuesto para las necesidades de aquellxs que hoy necesitan moverse con agilidad y confort, además de tener acceso gratuito al centro de la ciudad? Quizás, habría escrito en su cuaderno: “Quiero una solución a las necesidades de movilidad urbana, que ofrezca una libertad de movimiento real para todxs. Un objeto de movilidad 100% eléctrico, compacto, de 2 plazas, que se mueva fácilmente a velocidad urbana, que pueda acceder libremente al centro de la ciudad, ocupando muy poco espacio y siendo, por tanto, fácil de aparcar". Luego, quizás añadiría "que sea accesible a todxs, personas de todas las edades, incluso adolescentes".
En resumen... ¡el Ami – 100% ëlectric!