La salida de Montezemolo y la posterior llegada de Sergio Marchionne al frente de Ferrari, va a venir acompañada de cambios mucho más grandes de lo esperados. La gallina de los huevos de oro del Grupo va a dejar de formar parte de este y además, va a salir a bolsa.
Ambos movimientos obedecen a dos importantes razones de peso. Por un lado la separación del nuevo grupo FCA formado recientemente tras la unión entre Fiat y Chrysler, está justificada por el miedo de sus dirigentes ante la posible pérdida de identidad de la marca por la globalización del enorme conglomerado.
Mientras que por otro, la salida a bolsa de un 10% del accionariado de Ferrari (cuyo 90% está actualmente en manos de FCA) responde sencillamente a la necesidad de liquidez de FCA para llevar a cabo el plan de reestructuración de las diferentes marcas, que incluye una oleada de nuevos modelos durante los próximos años.
Buenas noticias entonces tanto para Ferrari, que se librará de tener que obedecer órdenes externas que pudieran no obedecer al interés propio de la marca, y que además genera enormes beneficios y funciona a un ritmo de vértigo sin necesidad de globalizar sus productos. Y buenas noticias también para FCA, que con la venta de esas acciones recibirá una sustanciosa inyección de dinero en un momento decisivo para su futuro.