El desastre de Honda en Fórmula 1 es evidente, pues lo que en un principio se anunció como un retorno glorioso se ha convertido en un fracaso estrepitoso, a un nivel que no se recordaba desde hacía muchos años – como Porsche o Subaru en 1991, por ejemplo. Ahora bien, este declive no sólo se ha dado en la categoría reina, sino también en sus coches de calle.
A finales de 2014 McLaren dejó a un lado los motores Mercedes – los más dominantes en esta nueva era V6 Turbo – para un nuevo acuerdo con Honda, que regresaba como motorista después de su última aparición en 2008. Para ello, junto con Jenson Button hacía regresar al dos veces campeón mundial Fernando Alonso, algo imposible de pensar tras el final amargo que tuvo en su primer paso por la escudería de Woking en la temporada 2007.
Por desgracia, los motores Honda no han mostrado el poderío que tuvieron en los años ochenta con Ayrton Senna y Alain Prost: desde los primeros entrenamientos de 2015 eran los menos potentes y, con diferencia, los menos fiables, llegando a romperse a los pocos minutos de salir a pista. Alonso ha logrado sacar el máximo partido a sus coches con algunas actuaciones (sobre todo en Hungría) con un quinto puesto como mejor resultado.
En el caso de los coches de calle puede verse algo similar: en los años setenta estaban a la cabeza en eficiencia de combustible y reducción de emisiones de CO2 con el motor CVCC, mientras que en la década de los ochenta los Civic y los Accord eran de los coches más triunfadores en sus respectivos segmentos en los mercados internacionales. En 1997 llegaron a sacar uno de los primeros coches eléctricos puros, el EV Plus, que ya funcionaban con batería como los coches que se pueden ver por nuestras carreteras en la actualidad.
Sin embargo, en la era actual muchos son los Honda que han tenido que ser enviados de vuelta a las fábricas por problemas como airbags defectuosos (once millones de unidades en Estados Unidos desde 2008, según Reuters) mientras que en varios modelos eléctricos se detectaron problemas de transmisión. En el terreno de coches eléctricos está claro que no es Honda quien está a la cabeza, habiendo sido rebasado por marcas como Tesla.
El motivo se debe, según miembros de Honda como el jefe ejecutivo Takahiro Hachigo, a que se ha estado cambiando la mentalidad a una más empresarial, más burocrática, de manera que se ha dejado de hacer diseños arriesgados e innovadores a cambio de buscar maneras de ahorrar costes. Los coches perdieron mucha calidad y se renunciaba a contar con gente de fuera de Japón, priorizando el valor en el mercado bursátil antes que la innovación.
Un ejemplo claro fue el Civic de 2012, el cual tuvo que ser modificado ya que la cúpula de la marca quería que costase unos 200 dólares menos de fabricar por unidad. La reducción en calidad hizo que se cayera de las listas de coches recomendados, no regresando hasta que llegó el modelo de 2016.
El objetivo de todo esto era centrarse en batir a su principal rival en el mercado, que es la también japonesa Toyota: “Nos llegamos a obsesionar tanto con Toyota y batirles en el mercado que empezamos a volvernos como Toyota. Empezamos a olvidarnos del porqué de nuestra existencia como compañía”, aseguró el presidente de R&D de Honda Yoshiyuki Matsumoto.
“Tenemos que tener permiso para tener algo de libertad algunas veces. Si operas un centro de tecnología solo desde un punto de vista de eficiencia, te lo cargas. Que es exactamente lo que ha pasado con Honda. No queremos gente del cuartel general diciéndoles a los ingenieros lo que tienen que hacer”, añadió Matsumoto.
En el apartado de coches eléctricos están contando ahora con empresas externas como Hitachi o acuerdos con General Motors mientras tratan de remontar terreno en materia de desarrollo, pues en el tiempo en que dejaron de invertir en este campo fueron rebasados por sus rivales. Ahora, la marca se ha dado cuenta de su problema y busca recuperar su ADN, su mojo.
