Un 24 de junio de 2012, Fernando Alonso selló una de sus carreras más brillantes en la Fórmula 1. Salió undécimo en el GP de Europa, celebrado en el circuito urbano de Valencia, y remontó hasta la victoria. Trece años después, aquella tarde sigue siendo un hito irrepetible, tanto por su triunfo local como por el nivel de emoción que generó en la afición española.
El fin de semana comenzó complicado para Alonso. Quedó fuera en la Q2 del sábado y tuvo que conformarse con la undécima posición en parrilla. Ferrari no encontraba el ritmo en una temporada de extremos, y los rivales directos parecían inalcanzables. Pero el domingo, bajo un sol implacable, todo cambió. Alonso realizó una gran salida y comenzó a escalar posiciones desde el primer giro. Adelantó a Hulkenberg, Di Resta, Schumacher, Senna y Massa, hasta colocarse cuarto antes del giro 34.
La carrera se transformó cuando Sebastian Vettel, que lideraba con autoridad, se retiró por un fallo en el alternador. Entró el coche de seguridad y Alonso, con una parada impecable, regresó a pista en posición óptima. En la resalida, adelantó a Grosjean y asumió el liderato tras la retirada del piloto francés. A partir de ahí, controló la carrera con serenidad, cruzando la meta para desatar la emoción de una afición entregada.
Ese tramo final fue una mezcla de tensión y templanza. Alonso mantuvo a raya a Kimi Räikkönen con un ritmo sólido y sin errores, mientras desde el muro de Ferrari le pedían cabeza. El asturiano no se dejó llevar por la euforia y completó las vueltas restantes con una madurez absoluta. Cuando cruzó la línea de meta, el gesto de emoción fue inmediato: puños al aire, lágrimas contenidas y una conexión única con el público que lo vitoreaba de pie.
El podio lo completaron Kimi Räikkönen en segunda posición y Michael Schumacher en tercera, pero toda la atención estaba centrada en Alonso. Con una bandera de España en la mano, se fundió en un abrazo con sus mecánicos y saludó al público con los ojos aún brillantes. “Probablemente la carrera más emotiva que he vivido”, confesó tras bajarse del coche. En lo deportivo, fue su tercera victoria de aquella temporada y le colocó como líder del campeonato justo en un momento de máxima tensión.
Aquel 2012 fue el último gran año de Alonso en la pelea por un título mundial. Aunque acabaría como subcampeón por tan solo tres puntos frente a Vettel, carreras como la de Valencia definieron la dimensión del piloto: inteligente, agresivo, resistente bajo presión y profundamente conectado con su público. Lo que ocurrió aquel día no solo fue una remontada: fue una exhibición de carácter.
Valencia 2012 se convirtió en la despedida perfecta para un circuito que solo acogió cinco grandes premios. No volvió a estar en el calendario desde entonces, pero dejó un legado difícil de igualar. Trece años después, aquella carrera sigue emocionando y recordando a todos por qué Fernando Alonso marcó una época.