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Takuma Sato lo volvió a hacer. Después de que en 2017 se convirtiese en el primer japonés en alzarse con el triunfo en la carrera más mítica de los Estados Unidos, ayer el nipón repitió hazaña y sumó su segundo anillo de campeón de las 500 Millas de Indianápolis.
Siendo uno de los favoritos desde el inicio, el japonés, con un monoplaza con motor Honda que siempre estuvo un paso por delante de los coches motorizados por Chevrolet, supo jugar sus cartas a la perfección para llevarse el triunfo por la mínima sobre Scott Dixon y Graham Rehal, que se quedaron con la miel en los labios después de que las últimas cinco vueltas se realizasen bajo régimen de bandera amarilla por un accidente de Spencer Pigot.
Los españoles sin suerte
Esta edición será recordada por la del buen debut de Alex Palou. El piloto catalán, que partía séptimo en parrilla, siempre estuvo rodando dentro del Top 10 hasta que golpeó el muro con su monoplaza superado los tres tercios de carrera. Una lástima, ya que el barcelonés estaba en modo ataque, rodaba noveno, e iba a por todas en la parte final de la prueba.
Peor le fueron las cosas a Fernando Alonso, que terminó el 21º y doblado debido a un problema con el embrague que dejó maltrecho un McLaren que ya de por sí no tenía la velocidad necesaria para competir contra los mejores de esta edición atípica de las 500 Millas de Indianápolis. El asturiano no pudo conseguir así la ansiada Triple Corona, un reto que deberá esperar, como mínimo, hasta 2023.