A medio camino entre la sorpresa y la calma absoluta, es decir, una emoción inexistente y falsa por definición. Así recibo la llegada de Alexander Rossi a la Indycar.
Solo se me ocurre un símil; el fútbol. Poderosos equipos que gastan fortunas durante años formando a jóvenes talentos para cuando llega la hora de la verdad, cederlos o venderlos a precio de base a otros equipos.
Escribí exactamente lo mismo cuando Rossi llegó la primera vez a la Formula 1 en aquél esperpéntico espectáculo ofrecido en Spa-Francorchamps, entonces con la estructura hoy renombrada en Manor así como cuando llegó por segunda vez, esta vez ocupando el asiento de Roberto Merhi en el mismo equipo para disputando cinco carreras.
El interés en Rossi sobrepasaba lo estrictamente deportivo. Su nacionalidad resultaba un gran incentivo para los intereses de la Formula 1, con déficit de estos pilotos en los últimos tiempos. Ecclestone jamás ha escondido su deseo por conquistar el mercado norteamericano, donde la presencia de la Formula1 está lejos del nivel europeo. Un mercado grande, y a diferencia de mercados como el chino y el indio, con más tradición por los deportes/shows y un mayor poder adquisitivo
Por este motivo la progresión de Rossi no sorprendió a nadie. Su primer coqueteo con un Formula 1 llegó en 2009. Entonces BMW acostumbraba a premiar a los ganadores de sus Formulas con un test. Pero su intervención no quedó ahí y ya en 2011 firmó como piloto de test/reserva/figurante en Lotus, una de esas posiciones que sirve solo para estar y poco más. Y era lo que se pretendía. Estar. Mientras Rossi seguía mejorando su pilotaje a bordo de Formulas de promoción. GP2, GP3, Formula 3.5.
Rossi firmó un progresivo acuerdo con Caterham que le debía llevar a ser piloto titular, pero la desaparición del equipo impidió que se llevase a cabo. Y justo cuando desapareció Caterham, Alexander dio un giro y llegó a Marussia. No solo había el dinero necesario, sino que era evidente que había interés. Durante la temporada 2015, Rossi acabó subcampeón de la GP2, muy lejos del campeón en la que era la sexta temporada del piloto americano en las antesalas de la Formula 1.
Y llegó su desembarco en la Formula 1. No de manera casual, sino diseñado para estar presente en las carreras americanas, un buen anticipo para valorar el impacto que suponía la presencia de un piloto de esta nacionalidad.
2016 debía ser el asentamiento de Alexander Rossi en la Formula 1, el asentamiento de un proyecto orquestado hace años para ganar notoriedad en un mercado apetecible. Sin embargo, y a pesar de que el número de asientos se ha incrementado en la presente temporada, Rossi está fuera.
La Indycar gana un piloto. No el más talentoso, no el que más ha ganado durante sus primeros años, cosa que no ha impedido ya en el pasado que ciertos pilotos acaben triunfando en el campeonato americano. La Formula 1 se desprende de su proyecto justo cuando debería comenzar a dar sus primeros frutos, como Real Madrid o Barcelona se desprenden de grandes jugadores tras haberlos formado, jugadores que acaban triunfando…. En otros equipos.