El Gran Premio de Monte-Carlo de 1988 se recuerda por varios motivos: el primero, por ser en el que Ayrton Senna logró una de las mejores vueltas de su carrera deportiva, marcando un tiempo casi un segundo y medio mejor que el de su compañero de equipo Alain Prost con el McLaren MP4/4. El segundo, su abandono a falta de pocas vueltas para el final cuando tenía un colchón de casi un minuto de ventaja sobre el francés.