Adrian Newey lo tiene claro: la voz de los pilotos es irremplazable. El prestigioso ingeniero británico, recién incorporado al proyecto de Aston Martin, ha insistido en que los pilotos son los únicos capaces de detectar las verdaderas carencias de un coche de Fórmula 1, y que su papel resulta fundamental para corregirlas.
“El piloto es un animal maravillosamente intuitivo. Adaptará su conducción a las fortalezas y debilidades del coche. Si quieres descubrir cuáles son esas debilidades, tienes que interrogarle”, explicó Newey en una entrevista con Maaden, uno de los socios del equipo. Para el británico, ninguna simulación ni herramienta digital puede igualar la sensibilidad de quien está al volante: “El papel del piloto es tan importante como siempre. Ninguno de nosotros ha logrado crear un modelo que reproduzca lo que siente un ser humano. Necesitamos que lo sienta y nos diga lo que siente”.
Newey ha llegado a Aston Martin con una misión muy concreta: ser una de las piezas clave en el ambicioso plan de Lawrence Stroll para convertir a la escudería de Silverstone en un equipo campeón. No será tarea fácil. La formación atraviesa una etapa complicada y ocupa actualmente el séptimo puesto en el Mundial de Constructores, muy lejos de las expectativas generadas hace dos años.
Sin embargo, en Aston Martin son conscientes de que el proyecto no se mide por resultados inmediatos. El gran objetivo está fijado en 2026, cuando entre en vigor el nuevo reglamento técnico y de motores. Ese año marcará el inicio de una nueva era para la Fórmula 1 y, según el propio Stroll, también para la escudería británica. “Soy implacable. No me rendiré hasta ser campeones del mundo”, aseguró recientemente el propietario canadiense.
En ese contexto, las palabras de Newey refuerzan una idea clave: el equilibrio entre tecnología y sensibilidad humana. El ingeniero, considerado el mayor genio del diseño aerodinámico de la historia de la F1, cree que solo escuchando a los pilotos podrá Aston Martin encontrar el punto de perfección entre los números y las sensaciones. Y es que, como repite el propio Newey, ningún dato de telemetría puede decir tanto como una vuelta al límite.