Las regulaciones de Fórmula 1 para 2026 traerán cambios importantes en la estructura y potencia de los monoplazas. Con un motor híbrido que dependerá en un 50 % de energía eléctrica, la clave estará en resolver la integración de estos sistemas en un chasis que será más pequeño y aerodinámico, lo cual presenta un reto considerable para los equipos. Adrian Newey, el legendario diseñador de Red Bull, afirma que el verdadero desafío será lograr que la aerodinámica y el nuevo motor trabajen en total sinergia.
Uno de los mayores cambios será la disminución en las dimensiones de los coches: la distancia entre ejes se reducirá 20 cm, mientras que el ancho del vehículo será 10 cm menor. Sin embargo, el motor eléctrico será más pesado y voluminoso, con un incremento de peso de 35 kg, y las baterías, que pasarán de 7 a 16 kg, serán también más grandes. Este incremento en la parte eléctrica obliga a los ingenieros a replantear el reparto de masas y el empaquetamiento, todo mientras se maximiza la eficiencia aerodinámica.
Con la prohibición de algunos apéndices aerodinámicos, los equipos han recurrido a complejas modificaciones en los pontones para gestionar el flujo de aire. Para 2026, estas soluciones deberán adaptarse a un espacio más limitado y a la incorporación de una nueva tecnología de “drag activo” que modifique la resistencia del coche, al tiempo que se ajusta el diseño de los canales Venturi en la parte inferior, aprovechando los monoplazas más altos respecto al suelo.
Red Bull, con Newey a la cabeza, busca una integración óptima entre motor y chasis para maximizar la ventaja en la nueva era híbrida. Esto es algo que otros equipos, como McLaren y Alpine, abordan de manera diferente al optar por ser clientes de motoristas establecidos como Mercedes y Renault. A poco más de un año para el cambio, los ingenieros tienen en sus manos la posibilidad de definir el próximo dominio en la F1.