En su regreso a la Categoría Reina tras dos temporada ausente, Fernando Alonso estaba cuajando una notable actuación. A pesar de las evidentes limitaciones de su Alpine A521, el asturiano no estaba acusando la inactividad.
Es más, al apagarse las luces del semáforo superó al Ferrari de su amigo Carlos Sainz. Después realizó una temprana parada en boxes, tratando de lanzar un ‘undercut’ a sus enemigos con los que peleaba en la zona de puntos. Fruto de esas buenas sensaciones, el ovetense protagonizó varias emocionantes batallas. En una de ellas, superó al Aston Martin de Sebastian Vettel y peleó con su colega madrileño.
Superado el ecuador de la prueba programada a 56 vueltas, todo marchaba más o menos según lo previsto. Sin embargo, transcurridos unos giros el asturiano comenzó a alargar en exceso sus frenadas, algo inusual en su conducción.
El coche azul tenía problemas. De hecho, cuando solo restaban giros tuvo que tomar el camino de boxes para retirarse. Un fuerte sobrecalentamiento en los frenos traseros impedía al bólido rendir en esa faceta adecuadamente. Y esto sin dudad era un peligro,
Contrariados por lo sucedido, los miembros de la formación con sede en Enstone (Inglaterra) analizaron todos los parámetros y elementos del vehículo. Y su sorpresa fue mayúscula al descubrir en uno de los conductos de frenos un objeto extraño. Se trataba del envoltorio de un sándwich que el viento había depositado en la pista antes de introducirse en el bólido.
Obviamente, para que dicho recubrimiento de plástico llegara al asfalto, algún incívico espectador arrojó -o trabajador del circuito- el mismo lejos de las papeleras, su correcto destino. Esperemos que la próxima ocasión, no se actúe de ese modo.