A finales de los años noventa, cuando el mundo de la resistencia estaba sumergido en plena era GT1, aparecieron varios coches espectaculares hechos para competir en Le Mans. Y es que, pese a que los GT1 era en teoría convertir coches de Gran Turismo en coches de carreras, las marcas desde el principio hicieron lo contrario: tomar coches de carreras y adaptarlos como coches matriculables (que no debían ni venderse siquiera). Fue el caso del Dauer Porsche 962, del Toyota GT-One TS020 o del Nissan R390. Hubo otros casos, como el Porsche 911 GT1 que llegó a venderse en unas pocas unidades. Y luego está nuestro protagonista: el Panoz Esperante GTR-1.
Este Panoz fue desarrollado en conjunto con Reynard y utilizaba un motor Ford V8 preparado por Roush Racing, muy ligado a la NASCAR. Era un V8 americano en todas sus facetas y Don Panoz, alma máter de la compañía (aunque estrictamente la fundó su hijo Dan), quería un V8 al estilo de los grand tourers de los años sesenta. Como resultado, tenemos un diseño con un morro muy alargado, con el motor por delante (pese a que los motor central contaban con un reparto de pesos claramente mejor) y el piloto conduciendo muy cerca del eje trasero.
Frente a los GT1 que competían en Europa y se desarrollaban con Le Mans en mente, el Esperante GTR-1 no resultó tan competitivo, aunque llegó a acabar en el Top 10. En las American Le Mans Series, sin embargo, fue un coche que creó época, logró un segundo puesto y victoria de categoría en las 24 Horas de Sebring antes de que el propio Don Panoz invirtiera en el campeonato, resultando decisivo en el salto de las ALMS a lo que hoy día conocemos como la IMSA, que inicia ahora una nueva temporada con su joya de la corona: las 24 Horas de Daytona.