Fernando Alonso cerró el GP de Catar con un séptimo puesto tan trabajado como improbable. En un fin de semana en el que el AMR25 volvió a mostrarse como uno de los coches menos competitivos de la parrilla, el asturiano logró mantenerse dentro del ‘top 10’ de principio a fin y sumó seis puntos en carrera, que se añaden a los dos obtenidos en el Sprint. El resultado llegó, además, pese a un trompo en las últimas vueltas que dejó clara la fragilidad del monoplaza.
El ovetense reconoció tras la carrera que, con las sensaciones que tenía el coche, no esperaba terminar tan arriba. “He sumado 30 puntos en todo el año y ocho aquí. No pensaba acabar séptimo de ninguna manera”, admitió visiblemente aliviado. La aparición temprana del coche de seguridad alteró todas las estrategias y complicó la lectura del gran premio, aunque en su caso permitió adoptar un planteamiento más defensivo.
Lusail ayudó. En un trazado en el que adelantar es de los retos más exigentes del calendario —solo por detrás de Mónaco—, Alonso pudo contener a rivales más rápidos incluso con un ritmo claramente limitado. “Nosotros no teníamos ritmo, pero afortunadamente aquí es difícil pasar”, explicó. Esa falta de velocidad quedó reflejada en cada stint: Aston Martin sigue sin poder empujar sin destrozar los neumáticos delanteros.
El momento más crítico llegó en las últimas vueltas, cuando un trompo casi le deja fuera de los puntos. Alonso perdió el control del coche en plena curva, pero el amplio asfalto de Lusail evitó un abandono que en otros circuitos habría acabado en la grava. “Fue un 360º. El coche es completamente inconducible”, detalló, dejando entrever una frustración acumulada durante toda la temporada.
Pese a todo, el séptimo puesto supone un botín importante para Aston Martin, que sigue atrapada en un monoplaza difícil de entender y más difícil aún de pilotar. Alonso, consciente de las limitaciones, se queda con lo positivo de un fin de semana que roza la heroicidad considerando el estado del AMR25.

