Durante décadas, el Gran Premio de Mónaco ha sido sinónimo de glamour, historia y prestigio. Pero en los últimos años, la carrera más emblemática del calendario empieza a vivir una crisis de identidad. En plena era de expansión global de la Fórmula 1, el Principado ofrece poco más que nostalgia.
En lo deportivo, Mónaco se ha vuelto una procesión. Adelantar es prácticamente imposible, y las estrategias están marcadas desde la clasificación. El espectáculo en pista es mínimo, y salvo errores o incidentes, el orden del sábado suele repetirse el domingo. A pesar del aura mágica que conserva, cada vez son más las voces que cuestionan su valor como evento competitivo.
Y fuera del asfalto, la situación no mejora. Esta edición de 2025 ha dejado una sensación de vacío en comparación con lo que ofrecen otras citas. Faltaron muchos de los rostros famosos que solían llenar los muelles, la logística volvió a ser un caos y el ambiente fue sorprendentemente apagado. Ni siquiera la promoción de la esperada película F1 aprovechó el tirón del Principado.
Mientras tanto, circuitos como Miami y Las Vegas ganan terreno. Con mejor infraestructura, más espectáculo y una propuesta más accesible para las marcas y los fans, las carreras estadounidenses ofrecen hoy una experiencia VIP más rentable. La fiesta de TAG Heuer fue la excepción en Mónaco, pero quedó muy lejos del despliegue que se vio en EE.UU. semanas atrás.
El GP de Mónaco seguirá teniendo un lugar en el corazón de los puristas, pero su futuro como cita fija empieza a tambalearse. Ni la historia ni el decorado de postal pueden sostener para siempre un evento que ya no deslumbra ni dentro ni fuera de la pista.