Un día como hoy pero de 1994 el mundo contenía su respiración. Ayrton Senna, el tres veces campeón del mundo de Fórmula 1, acababa de sufrir un aparatoso accidente en el GP de San Marino en Imola. El piloto por aquel entonces de Williams fué trasladado de urgencia al hospital en un estado extremadamente grave.
Durante su traslado en helicóptero falleció dejando petrificado a todo el mundo. La gran estrella del deporte durante la última década había fallecido intentando volver a lo más alto. Su FW16 perdió la dirección entrando en la curva Tamburello estrellándose contra las protecciones a alta velocidad. Las restricciones a las ayudas electrónicas habían hecho que los monoplazas de 1994 fuesen extremadamente inestables en el paso por curva y esa parece ser la principal hipótesis del accidente.
La muerte de Ayrton fue la muerte de una parte de la competición: la de la épica y las luchas con Prost, la del milagro de Monaco 1984, la de su primera victoria en Portugal 1985, la del GP de Brasil de 1991, la del GP de Japón de 1989. Ayrton se fué con 34 años, 41 victorias, 80 podios, 65 poles, 19 vueltas rápidas y tres campeonatos del mundo. Pero el legado de Senna va más allá de los números.
En un país golpeado por la dictadura y asolado por la pobreza y la corrupción, Senna fue una esperanza para miles de brasileños que vieron en él a un compatriota agradecido con su país y admirado en todo el mundo. Su funeral en Sao Paulo fué prácticamente de estado, y su féretro fué acompañado por casi toda la ciudad.
Además, la muerte de ‘Magic’ supuso un cambio en la Fórmula 1. Las medidas de seguridad en los circuitos y en los monoplazas aumentó con el fin de evitar más muertes como la suya. De su legado han salido dos generaciones de pilotos que le han admirado y querido imitar. El legado de Senna son las lágrimas de Michael Schumacher en Italia 2000 al superarlo en número de victorias. También son pilotos como Fernando Alonso o Lewis Hamilton cuyo ídolo es el astro brasileño.
Ayrton se fué, pero no su historia ni su grandeza. Por eso, 30 años después de su muerte seguimos recordándole como uno de los pilotos más grandes de la historia. Senna permanece y permanecerá en aquellos que lucharon rueda a rueda contra él, en los mecánicos que lo acompañaron, en su familia y sus amigos, en los periodistas que le cubrían y en los aficionados que a día de hoy le siguen admirando.