El Gran Premio de Australia estuvo marcado por un giro inesperado en la vuelta 44, cuando la lluvia comenzó a caer y alteró el desarrollo de la carrera. Tras una primera parte lineal y sin sorpresas, la llegada del agua obligó a los equipos a tomar decisiones rápidas sobre la estrategia de neumáticos. Mientras algunos, como Mercedes y McLaren, optaron por entrar en boxes para montar intermedios, Ferrari se quedó en pista con gomas de seco, lo que resultó en un duro despertar para el equipo italiano.
Frederic Vasseur, director del equipo Ferrari, reconoció que la estrategia podría haber sido mejor, aunque defendió la decisión de permanecer en pista en un momento crítico. "Es fácil decirlo después de la carrera", comentó, intentando justificar una elección que, a la vista de los resultados, parecía incomprensible. Sin embargo, la decisión de Ferrari de no cambiar a intermedios se basó en la creencia de que la lluvia sería breve y que las condiciones de la pista no se deteriorarían drásticamente.
A medida que la lluvia se intensificó, los pilotos comenzaron a luchar por mantener el control de sus monoplazas. Mientras los McLaren se salían de la pista, Ferrari se aferraba a la esperanza de que la lluvia no afectara demasiado su rendimiento. Sin embargo, la situación se complicó rápidamente, y los tiempos de vuelta comenzaron a mostrar que la pista se volvía cada vez más intransitable para los neumáticos de seco.
La elección de permanecer en pista se tornó aún más cuestionable cuando otros equipos, como Red Bull, decidieron entrar en boxes para cambiar a intermedios. Max Verstappen, que también optó por quedarse fuera, se encontró en una situación complicada, ya que la lluvia afectó rápidamente a la pista. Al final, la decisión de Ferrari de no cambiar a intermedios resultó ser un error estratégico que dejó al equipo con más preguntas que respuestas, evidenciando la dificultad de tomar decisiones en condiciones cambiantes y la presión de un fin de semana que había comenzado con altas expectativas.