Marc Márquez llega a Barcelona con una mentalidad más cauta de lo habitual. A pesar de ser su circuito de casa, el piloto catalán advirtió que el Circuito de Montmeló se ha convertido en su "piedra en el zapato", lejos de las pistas donde ha desplegado todo su talento. Como confesó tras su victoria en Hungría: "Montmeló me gusta porque es el circuito de casa, pero lo detestaría si no lo fuera. Si estuviera en la otra punta del mundo, sería al último en el que iría."
Su dificultad en el trazado catalán viene de lejos. En categorías inferiores solo se impuso una vez (en 125cc, en 2010), y en MotoGP solo logró vencer en 2014 y 2019, ambos años marcados por momentos brillantes en otros circuitos.Esta temporada, sin embargo, atraviesa una racha demoledora: siete dobletes consecutivos (victorias en sprint y carrera larga) en todos los desplazamientos que ha enfrentado, además de 13 sprints ganados de los 14 posibles y ocho poles.
A pesar de estas cifras que le consolidan como claro dominador, Márquez opta por la prudencia de cara al Gran Premio de Catalunya. Reconoce que cualquier fin de semana en Montmeló habría sido difícil a lo largo de su carrera. Este año afronta la cita con la "mente abierta a ver hasta dónde podemos llegar" en lugar de marcarse objetivos ambiciosos.
En términos deportivos, tiene en su mano una opción temprana de campeón si logra ampliar la diferencia con su hermano Álex en al menos 10 puntos durante el fin de semana. En ese caso, podría incluso coronarse como campeón de MotoGP en Misano, apenas cuatro grandes premios después de Catalunya.
En resumen, tantísimo ha cambiado para Márquez esta temporada que incluso Montmeló, su circuito más esquivo, adquiere matices distintos: "no es feo, al contrario; es de los más bonitos del calendario, pero también de los que más me han costado siempre."