Peter se recostó en el muro. Faltaba menos de una semana para uno de los días más especiales para su persona, y pocos lo acompañarían frente al televisor. De madrugada los compañeros de caserío de Peter descansaban, y más después que en dos meses consecutivos llegaran dos nuevos inquilinos. Uno demasiado pronto, el otro con demasiada mala suerte. El aire le acariciaba la canosa cabellera mientras veía como una familia sonriente jugaba al cricket en la penumbra. Siempre era especial notar la unión entre aficionados y deporte, fuese cual fuese la especialidad.
Al rememorar el pasado, Peter recordó que hacía poco más de nueve años que había llegado a la casa, siendo recibido con indiferencia. Muchos se preguntaron por qué tenía una habitación reservada. Siempre que le lanzaban una pregunta, Peter no contestaba. Estaba en un lugar desconocido, y se mostraba un poco reacio: Europa no lo recibió como él esperaba y la indiferencia se apoderó en sus dos participaciones en las 24 horas de Le Mans. En aquella época su amigo Larry le defendía, pero prefirió seguir corriendo en casa a mandos de su indomable león rojo -aunque alguna vez montó en una gacela azul de esas junto a su archirrival Alan- que irse al viejo continente.
-Qué Peter, ¿echas de menos este lugar?
Denny estaba también contemplando a la familia jugando al cricket. Su nariz aguileña y su incipiente calva se perfilaban en la noche australiana. Peter recordaba perfectamente aquel 4 de octubre de 1992. La lluvia dio por finalizada aquella carrera y dio la victoria a 'Godzilla' con Mark y Jim al volante. Aquel BMW amarillo contra el muro en Conrod… Peter prefirió no pensar en ello.
-Tanto como tú, Denny -Peter sacó un cigarrillo. Dudó en llevárselo a la boca. Hacía mucho que no fumaba. Finalmente tiró esa pequeña calada de placer a una papelera cercana y echó a andar. Instintivamente, Denny le siguió -.Hay lugares que uno nunca olvida ni deja de visitar.
Ante ellos estaba Murray’s Corner, al final de un ligero descenso. Giraron a la izquierda y empezó una pequeña cuesta. La recta de meta de Bathurst ante ellos, distinta a su época pero con la misma magia. Seis kilómetros de circuito y un desafío a los que muchos aún temen y del que muchos no han oído a hablar.
-Siempre tienes esa sensación de vértigo, ¿eh? –comentó Peter. La cara de Denny denotaba nostalgia y ganas de ir rápido. La velocidad era lo suyo, y eso que era neozelandés-. Te entiendo, la Montaña te enamora con facilidad.
-¿Sabes Peter? Siempre me quedé con las ganas de probar aquí un F1. Aquellas bestias me dieron gloria, pero supe que había algo que me quedó por hacer- respondió Denny. Parecía que tenía prisa, ganas de ver más y de caminar hasta que se terminase el horizonte-. ¿Te imaginas saliendo gas a fondo de Hell’s Corner?
-¿Y perder décimas valiosas? No, prefiero hacer gemir al motor y salir rozando ligeramente el piano. Un error aquí y tu vuelta está muerta en clasificación. En carrera te deja vendido para Griffin’s Bend.
-¡Qué poco sentido del espectáculo tienes…!
Peter cerró los ojos y vislumbró a ese enjambre de coches salir hacia los brazos del Mount Panorama. Realmente ahí sentías que la tranquilidad llegaba a su fin. El rasante era como un portal a otro mundo, a uno en el que el ser humano deja de existir y brotan las fieras que llevan dentro. Al llegar a Griffin’s Bend, sabía que la historia revivía a cada paso que daba. El adelantamiento de Craig Lowndes a John Bowe. A Peter se le humedecieron los ojos. Tenía mucho cariño a Craig y si algo le hacía sentir orgulloso era la confianza que tenía cuando se hablaba de Bathurst. Inmediatamente se imaginó a un Holden Torana con el #05 con ambos nombres en la ventanilla. Profesor y alumno contra el resto.
-Sé en qué piensas, Peter. Craig es un gran luchador y un gran piloto. Los tiene bien puestos. Recuerdo el adelantamiento a John aquí mismo. Siempre tendré dudas de cómo vio esa oportunidad de adelantamiento
-Si te digo la verdad, ¡Craig se pasó de frenada!
-Vaya, ¿adelantamiento de casualidad?
-No del todo. Más allá que se pasase de frenada, él supo cómo mantener la trazada exterior.
-Un chaval que sorprendió y que sigue levantando esa ilusión en los aficionados. Pocos hemos visto así. Ni Whincup ha convencido pese a sus seis títulos.
-Jamie es más suyo. Es una espada. Puede parecer muy simple, pero realmente tiene una precisión milimétrica. En 2013 no consiguió pasar a Frosty aquí, pero lo intentó.
-Y el año pasado no consiguió cuadrar el carburante… Cuando pensé luego el trabajo de Jamie… Caramba, ¡se arriesgó mucho!
-Y así debía ser. Esto es Bathurst, sabes que ganar aquí es especial.
-Creo que las nueve victorias que tienes te dan la razón, Peter.
Siguieron andando por el circuito. La subida se les hizo pesada, aunque placentera. The Cutting, Reid Park, Sulman Park…y llegaron a McPhillamy. La curva de izquierdas antes de encarar la curva de Peter: Skyline. El suave rasante previo a McPhillamy hace flotar al coche, con lo que es crucial saber por dónde trazar. A su vez, Peter sabía que el asfalto no es sólo lo importante. Estar sentado en la parte alta de la Montaña es demostrar tus colores. Todos los fans acérrimos de Ford y Holden acampan y quieren rozar el cielo junto a sus héroes.
-Está todo demasiado en silencio ahora, esta zona es mejor en carrera- comenta Peter con un tono de impaciencia. Quería que llegara el domingo, ver la colina de color azul y rojo.
-Sin lugar a dudas, Peter. Los oíamos a través del casco… Siempre he pensado que los fans en Australia están un poco locos, pero es su forma de vivir el evento. Una rivalidad sana aunque siempre haya extremistas.
-¿Cómo aquellos que querían quemar el coche de un aficionado rival? –Peter soltó una carcajada.
Denny puso los ojos como platos.
-¿Estás hablando en serio?
-No lo sé, a mi me llegó la historia hace tiempo.
-Bueno, no me extrañaría que a alguno se le fuese la cabeza. Muchos silbaban a los ganadores, especialmente a los de Ford. Dejaste huella, Peter.
-Me honra que me digas eso. La verdad es que no quiero que se lleven al extremo las victorias. Conmigo se volvían locos, y siguen volviéndose locos.
Continuaron bajando hasta llegar a Forrest Elbow. El amanecer despuntaba, y pronto volverían al lugar del que nunca desaparecerían. Sentado en medio de la trazada vieron una figura. Pómulos prominentes, pelo corto y castaño y bastante joven.
-¿Allan?- llamó Peter.
-¡Hola, chicos! –respondió la sombra con acento danés-. Dando el paseo tradicional, ¿eh?
Tanto Denny como Peter recordaban cómo llegó Allan al caserío en el que vivían un par de años antes. Rápidamente entabló amistad con ambos, pues su trayectoria en Australia fue bastante buena. Conocía Bathurst, y antes del reasfaltado fue el hombre que poseía el récord. Su mirada era un poco pesarosa, pero el sentimiento era el mismo que embargaba a Denny y a Peter: querían correr de nuevo en Bathurst.
-Cómo nos conoces – sonrió Peter-. Pensaba que no te veríamos hoy y que darías el paseo otro día.
-Uno no se olvida de lo que significa Bathurst para quien lo pisa, y los 1000 kilómetros los tengo grabados a fuego. Estaba recordando ahora al bueno de Dick, cuando rozó el muro con su Ford en 1983. No lo viví en directo, pero sí sé que forma parte de la historia.
-Sí, amigo. Dick golpeó justo en ese canto de ahí y por entonces no había muros alrededor de la pista. ¡Se llevó por delante un cable de televisión y después golpeó un árbol! Por suerte salió sin heridas graves más allá de amnesia temporal y un corte en una ceja. Por cierto, ¿dónde está Denny?
El neozelandés estaba caminando a solas, acariciando el muro en la recta Conrod. Peter y Allan se acercaron, apoyando el primero una mano en el hombro.
-Hace ya veintitrés años, sí –reflexionó Peter-. ¿Sabes que pienso, Denny? Dejaste el mundo haciendo lo que te gustaba y en un lugar icónico para el motorsport en Australia. Yo me sentiría orgulloso.
-Es una forma de verlo, pero me hubiese gustado terminar esa carrera- comentó casi sin ánimo Denny-. Bueno, no hubiese recorrido los 1000 kilómetros por la bandera roja tras la tormenta al final, pero bueno. Como mínimo puedo decir que corrí en Bathurst.
Peter le dio un abrazo y junto a Allan terminaron la vuelta, antes de regresar a casa. En The Chase las sombras ya tenían forma, y fueron en silencio hasta el podio. Los recuerdos eran aún más vivos en el lugar destinado a los ganadores. Peter se apoyó la barandilla y cerró los ojos. La última vez que pisó ese lugar fue en 2003 tras ganar las 24 horas, pero siempre recordaría el día que ganó por seis vueltas y marcando el récord de la pista de por aquel entonces en la última vuelta.
-Peter, ¿en qué piensas? –le preguntó Denny.
-Pues pienso en aquellas mariposas, en aquella tensión durante la carrera y en las ganas que tenía de finalizar la última vuelta en cada carrera y volver al año siguiente. Si fuese por mí, nunca me iría de aquí –relató Peter.
-Hombre, ¿crees que alguna vez te has ido de aquí? –señaló Allan.
El sol había salido de su escondite y el silencio se adueñó del circuito. Un reflejo brilló y Peter se vio encima de su Holden Commodore #05. Vio como una figura acariciaba la estatua a su persona, y le abrazó la felicidad de volver a pisar Bathurst por primera vez.
-¿Yo? Jamás. No me he ido y nunca me iré, cada año visitaré este lugar. Cada año con una historia más a recordar –prometió Peter-.
-Así me gusta, amigo –corroboró Denny-. Venga, va. ¿Quién ganará la Bathurst 1000 este año Peter?
Peter sonrió al neozelandés. Eso era algo tan obvio para él que no sabía cómo expresarse. A lo largo de su vida había entendido lo que realmente pedía Bathurst, y si realmente existía algo sagrado, era la voluntad de La Montaña.
-No puedo decir quién, Denny. La Montaña es realmente la que elige a su rey.
NOTA DEL AUTOR: Ésta historia va dedicada a aquellos que realmente mantienen el espíritu de Peter Brock vivo pese a ya hacer nueve años de su muerte.