Alpine llega a la recta final de la temporada en una situación límite. Aunque sobre el papel ha mejorado su rendimiento en clasificación —nueve Q3 este año frente a las siete del mismo tramo en 2024— la realidad dominical vuelve a ser demoledora. Tras São Paulo, el equipo suma apenas 22 puntos, menos de la mitad que hace un año. La comparación, sin embargo, es engañosa: aquel inesperado podio doble bajo la lluvia en Interlagos infló artificialmente las cifras y permitió un sexto puesto final que hoy parece inalcanzable.
Ese espejismo dejó al descubierto una estructura mucho más frágil de lo que reflejaba la clasificación. Los 35 puntos de São Paulo supusieron un salvavidas económico de unos 40 millones que este año no llegarán. En Las Vegas, Pierre Gasly volvió a dar un destello de esperanza con una tercera posición en clasificación, pero la rotura de motor puso fin al sueño antes de empezar. El equipo admite que el décimo puesto del Mundial es la realidad más probable y que el objetivo pasa simplemente por evitar más daños.
El declive de Alpine no es nuevo. Desde su mejor periodo con Renault —cuartos en 2022— la caída ha sido sostenida, agravada por decisiones tardías, falta de inversión y una rotación constante de personal clave. Flavio Briatore, encargado de liderar la resurrección, apunta directamente a los años de Lotus y su escasa capacidad para financiar un proyecto ganador. Pero lo cierto es que incluso tras la recompra de Renault, el impulso no ha sido suficiente para revertir la tendencia. El proyecto Alpine tampoco ha consolidado el salto esperado.
Consciente de ello, Briatore tomó dos decisiones drásticas: cerrar la etapa del motor Renault y apostar por Mercedes para 2026, y abandonar prácticamente el desarrollo del coche de 2025 para volcar todos los recursos en el coche de la nueva normativa. Este planteamiento ha dejado al equipo desnudo esta temporada, sin garantías de que la apuesta vaya a dar resultado. El propio Steve Nielsen admite que ha sido “una temporada dura y agotadora”, marcada por el doble esfuerzo de competir mientras se construye un coche completamente nuevo.
Toda la esperanza se concentra ahora en Melbourne 2026, el punto donde Enstone sabrá si su sacrificio de este año habrá valido la pena. El equipo habla de “excelencia operativa” y de aprovechar cualquier punto en las últimas carreras, pero la realidad es que todos los focos están puestos en un proyecto que debe marcar un antes y un después. Si no funciona, Alpine afrontará un abismo deportivo —y probablemente institucional— del que no será fácil salir.