La Fórmula 1 ha confirmado que no volverá a los icónicos motores V10 ni a los propulsores atmosféricos en el corto plazo. La Comisión de la F1 ha reafirmado su compromiso con la nueva normativa de unidades de potencia que entrará en vigor en 2026, tal como se aprobó en 2022 y sobre la que los fabricantes llevan años trabajando. El objetivo es consolidar un futuro híbrido más sostenible, sin renunciar al rendimiento.
No obstante, la FIA ha reconocido que podría introducir pequeños retoques al reglamento para evitar problemas como el temido agotamiento prematuro de batería en largas rectas, una preocupación creciente para pilotos, equipos y aficionados. Para solucionarlo, se ha propuesto un sistema de “velocidad de rampa descendente” que limitaría el uso instantáneo de potencia eléctrica al salir de las curvas, favoreciendo una aceleración más progresiva.
El reglamento actual contempla que la energía eléctrica represente el 50% de la potencia total (unos 350 kW), pero una alternativa en estudio plantea reducirla a 200 kW. Con ello se pretende ofrecer una entrega de energía más constante durante toda la vuelta, especialmente en trazados de alta velocidad como Bakú, Monza o Las Vegas. La Comisión debatirá esta modificación en una reunión clave este jueves.
Sin embargo, no todos los fabricantes están de acuerdo. Audi y Honda se oponen a los ajustes, mientras que en Ferrari el debate interno está abierto. Frederic Vasseur, su jefe de equipo, ha reconocido que algunos elementos del reglamento fueron “subestimados” y pide valorar los cambios por el bien del espectáculo, no solo por ventajas competitivas. Red Bull, con Horner al frente, apoya la idea. Toto Wolff, desde Mercedes, la ha calificado directamente de “broma”.
MIientras el regreso de los V10 queda definitivamente descartado, la F1 se adentra en una etapa de transición tecnológica donde cada detalle cuenta. La batalla ya no está solo en la pista, sino también en las reuniones técnicas que definirán el futuro de la categoría reina del automovilismo.