Cuando Zak Brown se unió a McLaren en 2016 como director ejecutivo del grupo y asumió el mando del equipo en 2018, la escudería vivía el peor momento de su historia. Alejada de sus años dorados con leyendas como Senna, Prost o Hakkinen, McLaren ocupaba las últimas posiciones del mundial, con una moral baja, sin recursos técnicos de nivel y con una afición desencantada. Brown, sin embargo, vio una oportunidad en medio del caos.
Su estrategia comenzó por el área en la que se sentía más fuerte: el aspecto comercial. "Sabía que si reconstruía esa parte, podría traer recursos para renovar nuestra tecnología: túnel de viento, CFD y nuevas instalaciones", explicó en una entrevista con Bloomberg. Su visión fue clara: fortalecer la marca, atraer patrocinadores y reinvertir en el equipo técnico. Poco a poco, el impulso negativo se transformó en una bola de nieve ascendente.
Ocho años después, McLaren ha logrado volver a lo más alto del podio, ganando su primer campeonato de constructores desde 1998. La inversión, la estabilidad y una dirección clara han devuelto al equipo su identidad ganadora. “Ahora es divertido, estamos ganando carreras”, celebró Brown, reconociendo que los primeros dos años fueron difíciles, pero esenciales para sentar las bases del éxito actual.
Más allá de las pistas, McLaren también ha estrechado lazos entre su división de automóviles de calle y el equipo de F1. “Nosotros somos un equipo de carreras que ahora construye coches”, explicó Brown, destacando la sinergia entre tecnología, innovación y pasión que define a ambas ramas. Aunque son negocios distintos, comparten una marca y una aspiración: ser símbolo de excelencia tanto en los circuitos como en la carretera.